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Cnel. Luis Burela |
alta, después de Vilcapugio y Ayohuma, atravesaba penosas circunstancias. Dentro de este contexto, a causa de las invasiones realistas provenientes del Alto Perú, los pacíficos pobladores de esa Salta, debieron a trocar el arado por la espada.
Entre estos el coronel Luis Burela y Saavedra, iniciador de la guerra de guerrillas en Salta, debía de aquí en más desempeñar un brillante papel en tan fatigosa y prolongada lucha. Nacido en Chicoana y descendiente de una distinguida familia, hijo de Dn. Eduardo Burela y Ramona Saavedra, originaria del marquesado de Santa María de Burela, en la provincia de Lugo, España. Casado luego un 18 de enero de 1816 con Teresa Gauna, era hija de Calixto Gauna y Manuela Bárcena, aquel salteño que arribó a Buenos Aires en julio de 1810, portador de la adhesión de su patria chica a la Revolución de Mayo.
Luis Burela (carbonilla de José de Guardia de Ponté) haga clic en la migen para ampliar
Aquella famosa lucha guerrillera que los salteños, capitaneados en un primer momento por Luis Burela y después por Martín Güemes, sostuvieron contra los realistas, comenzó el primer domingo de enero de 1814, cuando los vecinos de Chicoana, después de la misa a que habían asistido se reunieron con el objeto de cambiar ideas sobre las posibilidades de hacer frente a las invasiones.
Después de Vilcapugio y Ayohuma, el General Joaquín de la Pezuela creyó que había llegado la oportunidad de avanzar hasta Buenos Aires para ahogar la Revolución en su mismo lugar de origen. Necesitaba, entre otros elementos, de todas las caballadas existentes en territorio salteño para remontar su ejército y continuar la marcha hacia Tucumán, Córdoba y la capital del Plata. Esto explica que, desde la llegada del ejército realista a Salta, en los primeros días de enero de 1814, partidas de soldados se daban a la tarea de requisar caballos y mulas, sin respetar derecho alguno.
Los vecinos consideraron que la situación era de tal gravedad, que obligaba a actuar sin pérdida de tiempo y, como carecían de armas, resolvieron arrebatárselas a los mismos enemigos.
Don Luis Burela, hombre joven y animoso, se puso a la cabeza de un decidido grupo de patriotas y dio comienzo a su plan de acción sorprendiendo a la partida realista de treinta hombres de tercerola y sable destacada en Chicoana para reunir caballos. La partida fue desarmada y enviada prisionera a Tucumán con su jefe, el teniente Ezenarro.
Con los elementos conquistados en esta primera y afortunada acción, Burela armó sesenta hombres, treinta de sable y treinta de tercerola. Estos sesenta hombres constituyeron el primer núcleo de guerrilleros salteños, los cuales, pocos días después, sorprendían y desarmaban a la compañía que, al mando del capitán Fajardo, había destacado el cuartel general de Pezuela para rescatar al teniente Ezenarro.
En esos mismos días, siguiendo el ejemplo de Burela, don Pedro Zavala, vecino de Cerrillos, no lejos de Chicoana, formaba otra partida con peones de su estancia de San Agustín y voluntarios del lugar. Estas dos falanges gauchas de Burela y Zavala, fueron las primeras que hicieron frente al ejército realista, vencido en Tucumán y Salta, pero vencedor en Vilcapugio y Ayohuma.
A imitación de ellos, se formaron dos o tres partidas más. Con todo, los gauchos no alcanzaban a trescientos, mientras el ejército español constaba de tres a cuatro mil soldados.
Gracias a la lucha de guerrillas iniciada por Luis Burela, el ejército realista se vio obligado a permanecer en Salta, sin serle posible avanzar hacia Tucumán, en persecución de Belgrano. Pronto llegaría el teniente coronel Martín Miguel de Güemes, enviado desde Tucumán por el coronel José de San Martín, nuevo jefe del Ejército del Norte. El futuro Libertador intuyó la importancia de las operaciones bélicas que realizaban los salteños y para facilitar su organización y asegurar su eficacia decidió enviar a Güemes, quien estaba destinado a ser el gran organizador y jefe de aquella famosa y prolongada guerra de partidas que haría malograr todos los intentos realistas de invadir el norte argentino.
A las órdenes de Martín Güemes, del que fue hombre de confianza, Burela actuó en numerosos combates durante toda aquella prolongada "guerra gaucha". Uno de aquellos triunfos fue obtenido por él mismo, y en Chicoana, su tierra natal, el 1° de mayo de 1814, sobre los realistas que comandaba el coronel Guillermo Marquiegui.
Otra victoria de mucha importancia fue la que logró en El Bañado, en abril de 1817, sobre fuerzas muy superiores dirigidas por el coronel Sardina. Además, en muchas ocasiones contribuyó al abastecimiento de los ejércitos patriotas con cantidades de animales.
El 29 de setiembre de 1821 es ascendido a coronel. Dos años antes el General Belgrano le había hecho acordar una medalla de plata con brazos de oro.
El coronel Burela sirvió en la milicia hasta la terminación de la guerra, en 1825 y nueve años más tarde (1834) fallecía en la misma Chicoana que lo vio nacer. Buenos Aires y Salta han dedicado una calle a su memoria.
Su viuda, doña Teresa Gauna, quedó en la mayor pobreza (en una oportunidad los realistas saquearon su casa), debiendo ganarse la vida con el producto de costuras. En 1872 vivía en Salta y desde allí solicitó pensión militar en razón de los servicios de su esposo en las guerras de la independencia.
Pero entre los Burela de Chicoana, no solamente Luis vistió la casaca y tomó las armas en servicio de la Patria. Desde el primer momento fue acompañado por su hermano Alejandro, que llegó al grado de Tte. Coronel, y fue progenitor del Tte. Coronel Manuel Serapio Burela, fallecido en 1889, y de Santiago Burela, notable agricultor de Chicoana, que introdujo la industria apícola en Salta y fue padre del ahogado Dr. Angel F. Burela. Otro hermano del Coronel Luis Burela , el Tte. Nicasio Burela, del que se conocen pocos datos, en 1819 formaba parte del 2° escuadrón de Gauchos de Salta.
Acerca del Coronel Burela, que ocupa un lugar de honor en la historia de la guerra gaucha, al lado de otros saltemos ilustres, como Güemes, Pachi Gorriti, Saravia, Zavala, Cornejo, etc. escribió Miguel Otero en 1873 un trabajo de cierta extensión titulado Informe sobre los servicios del Coronel Don Luis Burela , de Salta, en la guerra de la independencia , que publicó la Revista Nacional en 1908 y que reeditó Miguel Solá con el título De Güemes a Rosas , en 1946. Este informe había sido solicitado por el Inspector y Comandante General de Armas de la Nación, General Benjamín Victorica.
Recientemente, ha escrito sobre Luis Burela el historiador salteño Rafael P. Sosa. En las historias de Güemes y de la guerra gaucha, como en la reciente Guerra de la independencia en el norte del Virreinato del Río de la Plata , de Alberto Cajal (1969) y en los principales diccionarios biográficos argentinos, se hace resaltar, con justicia, que Luis Burela fue el iniciador de la guerra de guerrillas en el norte argentino.
Pocas gestas libertarias de la historia de la humanidad, están a la altura de la Gesta Güemesiana. Esta casi increíble epopeya, ha encontrado en el poemario de nuestro Julio César Luzzatto, su cabal expresión:
BURELA Un capitán de Güemes
-Los godos, mi comandante.
El grito de apeó primero.
Para rubricarlo el potro
alzó en el aire sus remos.
El comandante Burela
de ese batallón salteño
llevaba de alas bien anchas
el corazón y el sombrero.
Recién escuchó la misa
en la capilla del pueblo
que aunque es muy pobre de adornos
hace derroche de incienso.
Y en la plaza de Chicoana
rodeado de compañeros
a esa noticia de guerra
la cuelga del entrecejo.
Es que no cuenta con armas
para salir al encuentro.
Y el avance de los godos
retumba su cañoneo.
Los paisanos de Burela
suelen llevar en el pecho
una cruz de cicatrices
para el demonio del miedo.
Pero esta vez palidecen
al verse sin armamento.
No hay una chuza en sus manos
ni un fusil de fuego lerdo.
El monte amigo los llama
con el brazo de un sendero
y el refugio de la iglesia deja oír su campaneo.
Ya los godos aparecen
con sus arcabuces negros.
En vano la serranía
les corcoveó su repecho.
Los gauchos miran el monte
y el blanco muro del templo
cuando la voz de Burela
deja su vaina de acero.
-Ni en el monte ni en la iglesia;
firmes aquí compañeros.
Hay que ser como los ponchos
que de de heridas hacen flecos.
Un mozo el clarín empina
y al hacerlo tiembla entero,
como si a ese canto de oro
se lo tuviera bebiendo.
-¡A la carga mis paisanos!,
ordena el jefe salteño.
-¿Con qué armas, mi comandante?,
preguntan los guerrilleros.
Y dice don Luis Burela:
-¡Con las que les quitaremos!